Porque un libro es más que un texto
Porque un libro es más que un texto

El hambre de Knut Hamsun

Tuve noticia de Knut Hamsun a finales de los años noventa, a través de las lecturas de otros escritores: Charles Bukowski y John Fante. Bukowski me llevó a Fante y Fante a Hamsun, creo recordar. Ellos se referían al autor noruego con grandes elogios, afín a sus mundos duros y marginados. Y en especial a una obra suya: Hambre.
Busqué este libro en la bibliografía disponible en español. Aparecieron varios: obras completas de Plaza & Janés en tres volúmenes, una edición antigua de Porrúa y otra reciente de Ediciones de la Torre. Me decidí por esta última y la compré. Se trataba de un ejemplar nuevo de la primera edición de 1997. Un libro en formato grande, con agradable papel crema, perteneciente a una colección denominada Biblioteca Nórdica y con una ilustración de un cuadro de Munch en la cubierta.

Y lo leí. Y me deslumbré… Lo pensé entonces y lo mantengo ahora: el mejor libro que he leído jamás. Hay otros muchos y muy muy buenos. Pero Hambre ocupa el lugar de honor.

Años después dejé mi trabajo y cambié de ciudad. Me marché a Madrid alojado por la que posteriormente se convertiría en mi esposa. Vivíamos cerca del parque del Retiro y pude disfrutar de la feria del libro de Madrid. Por entonces mi renovado interés por el mundo de la edición —años atrás había creado una editorial que nunca llegó a funcionar— me animó a acercarme a ver las obras de las editoriales que allí exponían. Y Ediciones de la Torre era una de ellas. A medio camino del pasillo derecho, encontré la caseta con todas sus obras expuestas, como se disponen las frutas en los puestos del mercado. Y allí figuraba el libro de Hamsun. Un señor con aspecto venerable estaba solo al frente de aquel muestrario. Me demoré un buen tiempo viendo los títulos de la editorial. Y el señor me preguntó si podía ayudarme. Le dije que me había acercado porque hace años había leído a Hamsun y me pareció lo mejor que había caído en mis manos. El señor, a la postre, el editor José María Gutiérrez de la Torre, inició una cálida conversación acerca de los avatares de la edición de ese libro. Con un lenguaje cercano y muy culto me contó su desarrollo. Y me causó una impresión que todavía conservo: yo quiero editar con este hombre.
Nos despedimos tras un buen rato de charla y llegué alterado a casa. Le dije a mi futura mujer lo que había sucedido y que incluso estaba pensando en ofrecer una cantidad de dinero modesta a este editor para que me dejara trabajar con él y no suponerle un carga. Pero no avancé más.
Durante ese verano tanteé dedicarme seriamente al mundo de la edición. Y finalmente decidí empezar por lo básico: aprender a editar. Tras varias pesquisas mantuve un par de entrevistas con los responsables de unos cursos máster de edición: el primero de ellos impartido por la Universidad de Salamanca y el segundo por la Universidad Autónoma de Madrid. Me decidí por el segundo porque finalmente la Universidad de Salamanca no iba a celebrar el curso ese año. Fue un curso académico muy bueno, haciendo algo nuevo y a diferencia de todo lo que había hecho antes, vocacional.
Uno de los requisitos del curso consistía en la realización de unas prácticas no remuneradas en una editorial. El curso ofrecía varias opciones en editoriales que colaboraban frecuentemente pero también existía la opción de poder proponer alternativas en otras editoriales. Y no lo dudé. Contacté de nuevo con José María, le hice el planteamiento y generosamente lo aceptó. Finalmente y tras muchas vueltas me convertía en colaborador de la editorial que publicó Hambre.
Los meses transcurridos allí fueron maravillosos. Aprendí mucho de todos los ámbitos que componen el mundo editorial. Tuve compañeros excelentes (Lucía, Isabel, Daniel) y un jefe que era un gran editor y que compartió conmigo todo su conocimiento, incluso su familia.
Al término de las prácticas, hablamos de poder quedarme con él en la editorial. Pero mis necesidades no podían ajustarse a lo que la editorial podía darme —me consta que era lo máximo— y finalmente y de forma amistosa nos separamos.
Posteriormente hemos hablado en alguna ocasión aunque nuestros derroteros han sido diferentes, especialmente cuando dejamos Madrid por Valencia.


Tiempo después volví a Hamsun. A otros libros. Y empecé comprar todos los que había disponibles: las mencionadas obras completas en tres volúmenes de Plaza & Janés, La bendición de la tierra en dos ediciones (Círculo de Lectores y Bruguera, esta última con las mismas dos traductoras que Hambre), La trilogía del vagabundo y Misterios de Alfaguara, Pan de Anagrama, Victoria, Por senderos que la maleza oculta, El círculo se ha cerrado y una magnífica biografía escrita por Ingar Sletten, todos ellos en la editorial Nórdica (José María me dijo en su momento que el editor fue alumno suyo) y un pequeño volumen titulado Textos de infamia de la editorial Berenice, en el que aborda el lado más oscuro de la biografía del escritor.
He disfrutado mucho con todos ellos. Pero el hambre de Knut Hamsun es el comienzo de toda esta historia y es la que más rabiosamente se alimenta de mi interior.


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